La tragedia en Haití se ha visto representada por los resultados de un seísmo de magnitud 7,23 grados en la escala de Richter, un seísmo calificado como el peor desastre natural de la historia, puesto que ha dejado a un país casi sin Estado. De cada ciudad devastada se han ido recogiendo imágenes por las cámaras de televisión con el propósito de hacer emerger un movimiento solidario. Es innegable que ha habido una rapidez de reacción, una exhibición de buenas intenciones, unos gobiernos que se empujan para hacerse un sitio. Pero esto no es suficiente. Las noticias sobre catástrofes naturales pasan de moda, las promesas se cumplen con lentitud, y a veces, ni se cumplen. Las ayudas internacionales deben destacar por su control, coordinación y eficacia, y no sólo por su cuantía. Antes del desastre natural, Haití ya era un país que vivía en una situación difícil, atrapado por la pobreza, por tanto, se requiere que continúe la intervención internacional para cubrir las necesidades básicas de la población afectada por el terremoto, además de utilizar el dinero enviado a Haití para el crecimiento a largo plazo del país, evitando que las inversiones se limiten a proyectos no prioritarios, como la construcción de una réplica de la Casa Blanca, y procurar que el dinero se destine para mejorar la industria, el sistema educativo y las infraestructuras, para que estas últimas sean capaces de resistir a los desastres naturales.
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sábado, 30 de enero de 2010
viernes, 1 de enero de 2010
Llibertat
Nuestra visión del mundo puede verse limitada por nuestros dogmas, que están condicionadas por el momento histórico en que tuvo lugar su promulgación. La diversidad de formas religiosas responden a un único objetivo: crear un contexto social único con unas convicciones fijas, permitiendo la modificación o continuidad de una determinada situación social, cumpliendo con los intereses arcaicos de un determinado individuo o grupo social del momento. Actualmente, los elementos que obstaculizan la necesaria transformación de la realidad social en todas sus órdenes tienen trasfondo religioso. Todas las religiones transmiten el mismo mensaje: “Los hombres son hermanos y no debe haber conflicto entre ellos”, y son estos mensajes los que nos encamina a reconocer la posibilidad de una actitud de respeto y tolerancia religiosa, siempre y cuando, ninguno de estos paradigmas se utilicen para justificar prácticas contrarias a los principios de los derechos humanos. El pluralismo religioso enriquece nuestros conocimientos, y al efecto, se debe favorecer la interacción y comunicación entre religiones; y mostrar una actitud de rechazo hacia los monopolios de la verdad.
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