domingo, 25 de abril de 2010
¿Libertad religiosa o igualdad y respeto por la dignidad humana?
Pronunciarme a favor o en contra del uso del velo musulmán en las escuelas, me conduce a pensar antes sobre cuál es mi actuación cuando la siguiente en pagar su compra en el supermercado soy yo y una anciana me pide permiso para que deje que la cajera la atienda antes por llevar menos productos. Es una decisión espinosa porque si resolviera la situación como la anciana lo está planteando, correría el riesgo de que otra anciana me sugiriera lo mismo que ella y, así sucesivamente, de modo que esa acción me impidiera pasar por caja antes de la hora de cierre del supermercado. Por otro lado, si optara por hacerme la sorda, indudablemente la anciana manifestaría su enfado por mi falta de respeto hacia una persona de tercera edad, a lo que yo le preguntaría: “¿Quién ha llegado antes? ¿Usted o yo?”. Con respecto al juego del pañuelo, quiero permitirme el lujo de expresarme egoístamente, y así lo haré porque ningún cristiano es aún libre para practicar su religión en cualquier país. Aunque respete la libertad religiosa y el derecho a la educación porque así se establece en la Constitución, el Reglamento de Régimen Interior aprobado por el Consejo Escolar del centro educativo, también debe ser respetado y, puesto que, este documento se aplicaba antes del repentino sometimiento a Dios mediante el uso del velo, el centro educativo debería seguir manteniendo su autonomía para fijar sus normas de convivencia en el centro. Y, ¿por qué?. Porque al igual que se debe garantizar la libertad religiosa, también se debe garantizar la igualdad y el respeto por la dignidad humana, porque el uso del “hiyab” produce cuestionamientos sobre las verdaderas razones de su uso, porque se puede tolerar su función religiosa pero no cultural, porque la mujer no debe vivir aislada bajo un velo porque la mente absurda del hombre así se lo impone, porque…., porque….., porque…., porque…..
domingo, 11 de abril de 2010
La primavera
Es un sentimiento que permanece dormido mientras el cielo no vista de más vario color y el sol no alumbre con otro resplandor. Así lo describía Tomás de Iriarte en su poema, “La Primavera”. Y pensando que en primavera estamos y “el tiempo del amor ha llegado”, me dejé seducir por la curiosidad y comencé a leer un “manual para ligar”. En primer lugar, tal y como indica dicho manual, hay que tratar de identificar ese sentimiento que a veces puede confundirse con el capricho y que para poder diferenciarlos y determinar si aquello que emerge desde nuestro interior se trata de un estado auténtico o no, hay que notar unos síntomas físicos similares a los síntomas de la influencia de un billete de 500 euros: no puedes sacarlo de tu mente, te hace bailar mariposas en el estómago, tu corazón late a mil por hora cada vez que lo ves y sólo buscas excusas para estar cerca de él. Una vez que hemos encontrado la respuesta y hemos tomado conciencia de que una energía indestructible nos ha invadido sin permiso y una fuerza nos arrastra con entera libertad hacia la verdad, hemos de desarrollar unas tácticas para atraer su atención: mostrar que vas pisando fuerte por la vida y que sabes vivir sin él, no decir tacos, usar escote y falda, decirle lo maravilloso y estupendo que es en todo para engordar su ego, tratar de ir “arreglada” pero sin que se note, escuchar lo que te cuente (aunque te aburra), llorar o asustarte para conmoverle o hacerle sentir tu protector al ver una película en el cine. Después de haber leído estos consejos, creo que los únicos consejos que se deben tener en cuenta para conseguir despertar el interés de alguien hacia ti, son: ser natural, tener las ideas claras, prescindir de toda sombra de egocentrismo y ser consciente de que el amor no entiende de diferencias de ninguna clase.
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